


Es una lástima que Pedro Sánchez, no hubiese leído, ya en diciembre de 2021, el artículo de este digital titulado Luces y Sombras, donde abordé muy someramente, uno de los problemas endémicos del siglo XXI: los precios energéticos y su contrapartida ambiental con su reflejo en la economía real.
Si lo hubiese hecho, habría podido asimilar la conclusión final, donde remarcaba que los comercios e industrias no podrían soportar las subidas del precio de la electricidad y serían repercutidos directamente al consumidor. Los precios subirían muy por encima de los salarios, lo que generaría la pérdida del poder adquisitivo y, por tanto, aumento de pobreza. En ese supuesto se habría podido actuar con diligencia, ganándose el sueldo y mejorando la situación. Sorpresa la mía, cuando unos meses después empezaron a subir los precios de manera alarmante y en marzo, miembros del Gobierno Central, afirmaron que todo era debido a la guerra de Ucrania.
En una economía global, todo influye y más una guerra en uno de los mayores exportadores de maíz y trigo del planeta como es Ucrania, con el suministrador prioritario europeo de gas, Rusia. Pero es autoengañarnos si todos nuestros problemas los derivamos a agentes externos que no podemos controlar y no son propios. Como ya hizo Rodríguez Zapatero en 2008, negando la crisis y al negarla renunció a emprender las medidas fiscales para contenerla. Nunca sabremos si lo hizo por incompetencia o por tacticismo electoral, aunque deberíamos aplicar el principio de Hanlon y creer que es el primer supuesto es el acertado. En contrapartida, Joe Biden hace unos días, tardó menos de 24 horas en salir a reconocer que unas instituciones bancarias tenían unos problemas de liquidez y que el Estado los avalaba. Dicha intervención ha dado confianza a los inversores y ha evitado un desastroso efecto contagio y una posible crisis financiera.
El primer paso del método científico es la observación sistemática, ya que no se puede solucionar un problema hasta que no se reconoce plenamente y se analiza concienzudamente. Quiero creer que Pedro Sánchez, con sus 22 ministros, 33 secretarios de estado y una legión de asesores, deberían de ser capaces de haber llegado a aquellas conclusiones mucho antes.
En mayo de 2022 el Gobierno aprobó unas medidas de ahorro energético, donde se imponía apagar los escaparates de las tiendas o el control térmico en los trabajos (los que trabajamos aquel agosto, aún nos acordamos). Todo el mundo es consciente de que, para ahorrar comida para no morir de hambre, lo mejor es comer menos o no comer, pero se espera más de los dirigentes actuales.
Más tarde llegó la llamada excepción ibérica, que básicamente trata de limitar el precio del gas a 40 euros por MWh. Esta medida intervencionista que, no comparto en absoluto, tiene el agravante de compensar a las gasistas por las pérdidas, con lo que al final termina pagándolo el consumidor de manera directa. Este hecho hace que no se note una gran diferencia en la factura, sólo sirviendo para maquillar los datos del precio de la luz, si te los proporcionan sin incluir dicha compensación. Mientras tanto el IPC sigue aumentando y las familias sufriéndolo, sin soluciones a largo plazo, solo parches puntuales que no ayudarán a solucionar el problema de fondo en el futuro.
Habiendo recaudado hasta noviembre de 2022 la cifra récord de 239.789 millones de euros, un 15,91% (32.919 millones de euros) más que el año anterior y cuya mayor parte se debe a la inflación, se podrían haber tomado mejores medidas más allá de retribución al gasto de carburantes durante unos meses o una bajada tardía de IVA.
Vemos con asombro como se incrementa, cada vez más, el coste de los productos de la compra. En el mes de febrero ha subido un 16,6% interanual mientras el Gobierno tiene récords de recaudación. La UE intenta frenar la inflación con la subida de intereses, que acaba afectando al Euribor (referente hipotecario mayoritario) obligándonos a todos los que tenemos hipoteca a pagar más por ella para parar la temida inflación, cuando el Gobierno de Sánchez hace justo lo contrario.
Un buen gobernante es aquel que le soluciona los problemas a la población, abordándolos con integridad, con el fin último de que la sociedad avance, sin otros intereses espurios. Preveo que la solución a todos los problemas antes mencionados será otra exhumación en El Valle de los Caídos antes de las elecciones.
Alejandro Diaz Garcia-Longoria
Concejal No Adscrito Ayuntamiento de Alcantarilla


